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Susana Boechat: Antología de la poesía argentina y ”Juana siempre Juana”





Ha salido publicado el volumen XIIX de la Poesía Argentina Contemporanea que publica la Fundación Argentina para la Poesía.

Entre los escritores cuya poesía abarca el libro se encuentra Susana Boechat al lado de importantes poetas de argentinos contemporáneos. Amas de esta publicación, que se presentó el 9/5/11 en la Sala Roberto Arlt de la Feria del Libro, Susana presentará su nuevo libro de ensayo, "Juana siempre Juana", sobre la Vida y Obra de Juana de Ibarbourou.



Hija de padres españoles, Juana de Ibarbourou nació el 8 de marzo de 1892, en la ciudad de Melo, Cerro Largo, Uruguay.
Proclamada en el Palacio Legislativo de Uruguay como 'Juana de América', es considerada una de las figuras literarias más importantes de la poesía uruguaya y de latinoamérica.
Su verdadero nombre era Juana Fernández Morales, pero al contraer nupcias con el capitán Lucas de Ibarbourou, ella cambió su nombre a Juana de Ibarbourou, como seudónimo para sus obras.
Vivió por mucho tiempo en la capital de Montevideo, ahí publicó sus primeros poemas en el periódico 'La Razón'; posteriormente incursionó en algunos poemarios marcados por el modernismo como 'Lenguas de diamante', 'El cántaro fresco' y 'Raíz salvaje'.
Para los estudiosos de su obra, su poesía radica principalmente en la exaltación sentimental de la entrega amorosa, la maternidad, la belleza física y de la naturaleza, imprimiendo en ellas un erotismo característico.
Para la década de los 30, la poeta comenzó a experimentar el vanguardismo en tres textos publicados el mismo año, 'Estampas de la Biblia', 'Loores de Nuestra Señora' e 'Innovación a San Isidro'.
Ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950, en ese mismo año publicó su libro 'Perdida'.
Tres años después en Madrid salieron sus 'Obras completas', al mismo tiempo que lanzó otro libro 'Azor'; posteriormente, en 1955, escribió 'Romance del destino'.
Entre sus reconocimientos está el del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid y en 1959 Uruguay otorga por primera vez el Gran Premio Nacional de Literatura, el cual recibió la poeta.
El Banco de Uruguay plasmó su imagen en uno de sus billetes, como un homenaje a las figuras más importantes de la cultura uruguaya.
La poetisa falleció a los 87 años de edad en Montevideo, el 15 de julio de 1979.

Ricardo Feierstein


Las novias perdidas, Novela de Ricardo Feierstein
PRESENTACION DE JUAN JOSE DELANEY *
Con su última novela titulada Las novias perdidas,Ricardo Feierstein da forma artística a la ilusión de muchos: recuperar la juventud perdida y el tiempo que alegremente uno suele dilapidar en esa sobrevaluada época de la existencia.
La idea, bien lo sabe el autor, no es original. Lo original aquí es su verosímil tratamiento, la maquinación de un relato creíble poblado por unos pocos actores que, ciertamente, reconocemos detrás de las máscaras.
Acaso el mérito mayor del relato sea la voz del narrador: franca, amable y, lamentablemente, convincente ya que la vida es así. Sin embargo el ánimo poético adquiere un sentido medular porque detrás de vidas y palabras simples aparece como revelador de experiencias comunes de nuestra condición. Así, breves e intensos pasajes vecinos a la filosofía y a la religión surgen como funcionales al contrapunto integrado por miserias cotidianas, la política de los noventa y la vil condición a la que, por culpas propias y ajenas, muchos son arrojados.
El barrio es el escenario pero se trata, en verdad, de un microcosmos que da cuenta de un espacio mayor. Los personajes, desde su fracaso, dan cuenta de una derrota grande que la posibilidad novelística insinúa como transitoria. Por eso el azar como leit motiv y la oscilación entre casualidad y causalidad.
Al final se queja el narrador: “Floto ahora en el vacío del sinsentido. De nada sirvió mi sabiduría callejera, contrastada con los poderes del mundo real. Quizá se trató del postrer triunfo de mi amigo Gonza. No sobre mí, pues cada uno de nosotros había hecho lo que creyó correcto. Sino, casi, de su postulado teórico: el azar vence a todo, incluso a la mentira.”
El buscador de Utopías cree también en las posibilidades de la palabra y, pese a su pasado gris de empleado bancario, se aferra a ellas: en la adolescencia, inaugurando un diario personal; durante la madurez, escribiendo versos, algunos de los cuales nos recuerdan al tragicómico Carlos Argentino Daneri. La contracara es la novela misma, reveladora de que, como se ha sugerido, lo único que finalmente dejamos son palabras. No por nada en algún momento leemos: “La vida es un error que sólo el arte puede corregir.”
Detrás de la narración toda –recorrida por un casi imperceptible humor sardónico–, subyace, constante y asertiva, la concepción de que siempre lo común es el fracaso. Tal vez porque, como alguna vez señaló Ernesto Sábato, nos pasamos el tiempo tratando de entender qué es la vida y cuando empezamos a comprenderla, llega el turno de morir. Pero en un estrato más hondo, insisto, enLas novias perdidas asistimos al triunfo de la escritura, que permanece más allá de nuestras pobres peripecias. Hay, además, en la esencia del libro un sabor a tango, y que la fuerza de su insinuada sabiduría campee constante prueba que lo porteño está en el carozo del texto.
Leemos al final de la historia: “A mí lo que me importa es vivir. Sí, vivir. Como Gonzalito. Su amor era melancólico, pero también bello. Quiero proseguir ese camino que inauguró. Quiero buscar la memoria de años felices que quizá puedan volver, aunque preñados con las trampas y resbalones de la nostalgia. Quiero quedarme en este lado de la oscuridad.”
Hay en Ricardo Feierstein un poeta: lo muestran su efectiva adicción a la escritura y su comunión con el verbo. Tal es la razón por la que su discurso plural –rico en aciertos como el texto cuya aparición hoy celebramos–, contribuye a iluminar el camino. Gracias por eso.
Escritor y crítico argentino, docente de literatura en la Universidad del Salvador.
Las novias perdidas, novela de Ricardo Feierstein.
Buenos Aires: Galerna, 2011.
Stephen A. Sadow, PhD
Profesor titular de la literatura latinoamericana
Northeastern University
Boston, USA

Comencé a leer Las novias perdidas, la flamante novela de Ricardo Feierstein, el día que cumplí sesenta y cinco años, fecha significativa tanto en mi país, USA. como en la Argentina. ¿Una casualidad? No sé. Pero Javier “Javi” Pontevedra, el narrador de la novela y su interlocutor Gonzalo, “Gonza” o “Gonzalito” Pentrelli, debaten temas que a mí me tocan: la juventud “divino tesoro,” el “¿quién soy yo?” actual y el temor de “la tercera edad” venidera.
Con Las novias perdidas, Ricardo Feierstein ha creado una novela absorbente.
Entre las conversaciones entre Javier y Gonza y los comentarios del narrador, ha construido una narrativa filosófica y sicológica que tiene toques detectivescos y hasta fantásticos. Lo político también está presente en las referencias sobre el “vendepatria” Carlos Menem Gonzalito insiste en dirigirse hacia el pasado. Está irrefutablemente convencido de que tiene que volver cuanto antes a la época “dorada” de su adolescencia, aún si ello le cueste la vida. Además, siente la necesidad de reparar su pasado, corregir sus errores. Ya jubilado de un puesto bancario, vuelve a vivir en la zona de Villa del Parque, donde había pasado sus años tempranos. Allá reestablece su amistad con Javier, hombre que nunca se ha trasladado de ese barrio. Los dos pasan horas interminables en un bar de antaño que pertenece al “yugoslavo” Mirko. Por fin, Gonza, con el apoyo de Javier, emprende una serie de búsquedas extravagantes, seguro de que, a través de ellas, va a redescubrir, en la actualidad, a Martina. Cynthia y Cecilia, las tres “casi” novias con quienes, por su timidez, nunca llegó a intimar.
En mal estado físico cuando regresa al barrio, Gonza intenta todo lo posible para rejuvenecerse. Hace un régimen de ejercicios, baja de peso, cambia el vestuario y el color y corte de cabello, recurre a la cirugía plástica. Todo eso no es nada irregular entre los hombres maduros de hoy en día. Pero Gonzalito se distingue
por la intensidad de su obsesión. Llamado “el existencialista” cuando joven, él ha leído a Sartre y conoce la imagen del Ser Humano como “libertad en situación”: con autonomía de algún incierto Ser Supremo, es responsable por sus elecciones.
En contraste, Javier, vendedor de seguros fracasado, está resignado a una vida estancada; para él, el futuro es solamente una extensión aburrida de un presente incómodo. Es un hombre que acepta el hecho de tener poco control sobre su devenir. De carácter mentiroso y vendedor de seguros de profesión, manipula el lenguaje y la verdad para vender una póliza o ganar una disputa. Es un jugador experimentado de ajedrez, para el cual la vida es una serie compleja de apuestas y trueques.
La nostalgia es un personaje más en la Las novias perdidas. Las conversaciones giran alrededor de los recuerdos de Javier y Gonza. Y estos recuerdos están en un continuo estado cambiante. Brotan y desaparecen. Engañan y tienen valor. Tratan de la escuela primaria, momentos en la vida familiar, amistades, aventuras sexuales, personalidades de la zona, costumbres anticuadas y momentos históricos. Feierstein posee una extraordinaria habilidad para reconstruir escenas barriales y personajes típicos de épocas anteriores. Replica modos de hablar y jergas locales de antes y describe en detalle hasta los muebles y los juguetes. Gonza, Javi y Mirko tienen memorias que son muy agudas, repletas de detalles de momentos pasados hace muchos años. Pero hay un efecto Rashomón, a menudo no están de acuerdo sobre lo que realmente pasó en cierto incidente. A veces, no lo recuerdan.
No es sorprendente que acá Feierstein se haya enfocado en una época de la vida.
Sus primeras novelas reunidas en la trilogía Sinfonía Inocente (1979-1984) toman la forma de un Bildungsroman experimental que sigue la travesía del Lungo, un joven judío argentino que crece y se educa en Buenos Aires, se traslada con su esposa y sus dos hijos a un kibutz en la Galilea donde trabaja duro y participa en la vida kibutziana, y luego regresa a una Argentina cambiaday dictatorial, donde lucha para establecerse como arquitecto. En Mestizo (1994) el protagonista David Schneiderman, un judío bonaerense de cuarenta y tantos años, sufre amnesia después de observar un homicidio y con la ayuda de un psiquiatra, tiene que reconstruir la memoria de su vida entera y hasta las de sus antecedentes, recuerdo por recuerdo.
En La logia del umbral (2000), el brutal atentado contra la sede de la AMIA (Mutual Israelita Argentina) de 1994, a cien años de la llegada de la inmigración judía, sirve como bisagra para metaforizar ese siglo de coexistencia- muchas veces idílica, cada tanto problemática- de los integrantes de la colectividad en el país, bajo la alegoría de una logia de personas que habitan el umbral de la casa común, sin poder llegar al centro. Y en Consorcio Utopía (2007), un grupo de ex-militantes políticos se reúnen para establecer un proyecto inmobiliario donde puedan recomenzar la vida según los ideales que compartían décadas antes. Además, la colección de los poemas seleccionados de Feierstein lleva como título Las edades/The Ages (2005). En cada uno de estos libros, el autor describe y examina las etapas del desarrollo de la vida del ser humano, tal como fue experimentada por judíos argentinos y, más tarde en su obra, por gentiles argentinos.
Esta novela es, en parte, una meditación sobre el tener sesenta y tantos años, una encrucijada crítica en la vida de todos los que alcanzan esa edad. Al nivel metafórico, es una exploración de dos mitos--la edad de oro, que para Don Quijote fue un hecho histórico, un paraíso perdido de paz y belleza y la Fuente de Juvencia, la creída existencia de aguas que aseguren la juventud permanente que inspiró la búsqueda frustrada de Ponce de León. No obstante, la novela trata aspectos de la vida real de cada lector. ¿Quién no ha querido regresar a una vida protegida y optimista? ¿Quién no se ha preguntado sobre cómo habría sido su vida si tal o cual romance hubiera llegado a otro fin? ¿Quién no ha deseado rectificar un error de desde hace años? Así, no es difícil identificarse con Gonzalo Pentrelli y sus obsesiones.
En fin, Las novias perdidas es una novela intrigante y poderosa que provoca al lector a reflexionar sobre su propia adolescencia y sus novias (u oportunidades) perdidas y, a la vez, lo fuerza a confrontar con su situación actual.

En la Eternidad: José Carbajal El Sabalero.


Pantalón cortito
bolsita de los recuerdos
pantalón cortito
con un sólo tirador
"Y había alguien que se llamaba mi bohemia de cantor barato. Y la llovizna, y los marrones, y tus zapatos chuecos y tu pollera colgando de la silla. Y hasta compartir el pan con mortadela. Y el amor. Amar hasta reventar si es posible, porque eso... eso es la vida."
(José Carbajal 1943-2010)
"Dulzura e ironía raramente danzan en armonía: El Sabalero, José Carbajal, les tendió un suelo de barro, flores y vino, donde alumbraron movimientos exquisitos... Adiós peregrino..." GERARDO BLEIER
Grupo Cultural La Tertulia

Alejandro Fabio Della Sala


Alejandro Fabio Della Sala, Argentino, abogado, egresado de la universidad de Buenos Aires, mediador, Magister en Derecho Empresario y Magister en Defensa Nacional. Actualmente es estudiante de la carrera de traductor público de portugués en la universidad de Buenos Aires. Colabora con revistas del ámbito jurídico y literarias como Meya Ponte del Brasil,Encontro Literário de la Academia Mineira de Letras, Letras de Uruguay, Logogrifo de Venezuela, aduananews de Buenos Aires, entre otras.

Libros inéditos: Brasil, Realidad y Utopía, sinergias para la integración regional (Ensayo) y Aún el Abaporou (Poesía).

AL OESTE DE LA CONQUISTA.[1]
Desaparecí raptado por un malón. No sé si lloré o si no me di cuenta de que me habían secuestrado. Los indios me enseñaron sus costumbres: a montar, a cazar, a vivir libremente, sin horarios, ni amos, ni Estado. Con ellos, también aprendí el arte del uso de boleadoras, para cazar animales, para saber en el arte de la supervivencia. Aunque no me dieron mucho cariño, nada de lo material me faltó. En seguida, la conquista del desierto, también con hombres de a caballo, los había diezmado. La tecnología fue la diferencia; en otras palabras: el remington. Evidentemente, no fue la estrategia de seducción utilizada por el Mariscal Cândido Rondon en el Brasil matogrossense de finales de siglo XIX. Quizás la ocupación territorial por fuerzas regulares del ejército de Buenos Aires aceleró el desenlace. Mis padres dieron conmigo (El cautivo no podía entender su lengua materna, ya que hablaba y pensaba como indio. Sin embargo, pudo reconocer el cuchillo con el que jugaba a los piratas cuando chico). Mis padres lloraron y yo no sabía porqué.
Con el tiempo, empecé a comprender el idioma materno, los instrumentos de la cultura occidental, la escuela, las obligaciones, los horarios, el trabajo, el gobierno. En realidad, todo eso no me gustaba. Preferí volver a ser indio, amaba la libertad, lo indómito, la vastedad de la pampa…


[1] Inspirado en el cuento “El Cautivo” de Jorge Luis Borges.

LA ILUSION DE JUAN SÁBADO ARANDÚ.
“(…) no hay otra venganza que el olvido. Ni otro perdón.
(…) Soy eco, olvido, nada.”
Jorge Luis Borges.
… Juan Sábado Arandú era hijo de una india querandí y un soldado español que había venido a estas tierras desde el Alto Perú con la intención de trazar una ruta entre la ciudad de Lima y el puerto de Buenos Aires a fin de evitar en lo posible las altas cumbres de la cordillera de los Andes. Asímismo, la corona española pretendíaestablecer un asentamiento permanente a orillas del “Mar Dulce”. De esta manera, las circunstancias llevaron a que ese soldado español se afincara en aquellos parajes cargados de pampa y cielo hasta que murió de un flechazo en la pierna mientras cazaba ganado cerca de lo que hoy es la ciudad de Luján en la provincia de Buenos Aires. No fue el flechazo lo que lo mató, sino la cangrena. Fue el azar su fatalidad, no las guerras de conquista.
Juan Sábado Arandú quedó al cuidado de los indios adoptando sus costumbres, muy especialmente la capacidad de mirar más allá en el horizonte, en ese mar horizontal que es la pampa húmeda. Los indios lo llamaban “el arandu” o “arandú” que en lengua guaraní significaba: “el que percibe el tiempo, el sabio”. Posteriormente, bajo la influencia de algunas tribus mapuches que se mezclaron con los querandíes, lo llamaron también “Newén” que para dicha etnia significaba “energía”, “fuerza”.Además de ser un eximio organizador de malones, corría ganado de aquí para allá, causando una suerte de frontera cultural móvil entre el indio y el blanco.
Un cierto día fue hacia el oriente y siguió sin parar hasta encontrarse con una gran ciudad, un cabildo, algunas casas que empezaban a construirse desde el barro y un río que parecía un mar, una pampa movediza sin árboles. Contaban los parroquianosque en épocas de bajante, los barcos quedaban encallados sin poder entrar al puerto, circunstancias que ayudaban, además de favorecer el comercio con bergantines portugueses, a ganar no pocas guerras a favor de los porteños, los que ayudados por la destreza de sus jinetes “entraban” en el lecho barroso del río para pelear “ mano a mano” caballo con barco, contra los gringos navegantes. Entre los más destacados acontecimientos del tipo del relatado precedentemente, se cuenta la participación directa de Martín Miguel de Güemes, aquel gaucho que cuidaba la frontera en el norte salteño para evitar la entrada del godo y que circunstancialmente había bajado a Buenos Aires para ayudar a librar alguna de esas tantas batallas por nuestra independencia, entre ellas, nada menos que las invasiones inglesas.
El devenir de Juan Sábado Arandú hizo que se quedara perplejo ante tanta inmensidad. Se preguntaba una y otra vez cómo hacer para cruzar ese gran río. ¿De qué forma cruzar? Nunca pudo cruzar ese gran río, a pesar de haber escuchado una serie de relatos fantásticos de que del “otro lado” había más ganado, mejores pasturas, bosques y otros indios, o tal vez los mismos pero con otro nombre.
Fueron los hijos de los hijos de Juan Sábado Arandú que, siguiendo la misma intuición de sus antepasados, pudieron cruzar “al otro lado”. Fue por medio de un barco de bandera portuguesa que lograron llegar a Colonia del Sacramento. Sus nombres perdieron la influencia indígena y pasaron a ser: Juan Rodríguez, Juan Saverio Rodríguez, Juan Artemio Rodríguez, entre otros. Algunos cruzaron y no volvieron. Otros cruzaron y volvieron y otros, nunca cruzaron al misterioso “otro lado”. Cabalgaron como sus antepasados indios y castellanos, criaron ganado y acompañaron a la gauchada comandada por aquel hombre de la tierra tan parecido a Güemes, José Gervasio Artigas, el Primer Federal, el jefe del cuartel de blandengues, el de la Federación de Hombres Libres como el viento.
Eran momentos de la construcción de una nueva patria, que finalmente uniera a todos los pueblos guaraníes, indio y gaucho, mameluco y caboclo, europeo y negro. Eran los tiempos de la “patria peregrinante” como decía Juan Zorrilla de San Martín en alusión al éxodo oriental, similar tal vez al éxodo jujeño y a tantos otros éxodos que marcaron la historia de los pueblos. Artigas desconfiaba que la Junta de Buenos Aires suscribiera un armisticio con Francisco Javier de Elío, jefe de las fuerzas españolas sitiadas en Montevideo. Por tal razón, el Primer Federal había ordenado una retirada de sus gauchos del sitio de Montevideo, los cuales respondieron ciegamente, tornándose una marcha lenta y penosa hacia el interior del país.
La noticia corría por todo el litoral. Algunos de los que habían quedado del otro lado, lograron cruzar por el río Uruguay e instalarse en la parte norte de la Banda Oriental con el fin de ponerse a disposición de Artigas para así luchar tanto contra españoles como contra portugueses. No importaba quiénes eran los contrincantes, lo importante era el ser libres como enseñaba Artigas a sus soldados. La idea consistía en unir al Paraguay con las provincias del litoral y el sur del Brasil para poner en jaque tanto a la corona española como a la portuguesa.
Luego vinieron independencias, las luchas entre Buenos Aires y el interior, intromisiones porteñas y del Brasil en la Banda Oriental; luego se sitiaron ciudadescomo la de Paysandú, que fuera preámbulo de la Gran Guerra o la Guerra del Paraguay con todos sus muertos y mutilados. Sin embargo, el deseo de los hijos de los hijos de Juan Sábado Arandú para saber qué había del otro lado de la orilla del gran río marrón no cejó en lo más mínimo, ni de un lado ni de otro.
Lo cierto es que la ilusión de aquel Juan y sus descendientes con el “otro lado”siempre estuvo viva en el Río de la Plata, quizás por ello es que muchas veces se han querido construir puentes tanto físicos como culturales. El fantasma de Artigas recorrió todo el litoral, tanto al este como al oeste del río Uruguay. La referida mística, acompañó a esos caminantes del primer éxodo de los pueblos orientales que entonces llamaban “peludos” porque trabajaban la caña encorvados al punto tal que quedaban negros de cortar la caña quemada. Sólo podía verse en estos hombres una mirada inquieta y furtiva, inmensa como el “mar dulce” y altiva como los hijos de aquel Juan que también eran hijos de Artigas y de Güemes. Hablaban una suerte de “portuñol” ya que estaban preparados para trabajar en las distintas zafras de la región, inclusive para cruzar a “otros lados”, como el actual territorio brasileño de Río Grande do Sul, también escenario emancipador con su revolución farroupilha. Una sola patria con varias fronteras, sin pasaporte, de a caballo y con ganas de trabajar la tierra. También los inmigrantes, principalmente europeos, vinieron a compartir ese sueño colectivo.
Después ensombrecieron los golpes de estado y como contrapartida, las luchas por los derechos del trabajador, las revoluciones y más tarde la república que nunca se perdió, al menos en la ilusión de Juan.
Otro Juan había venido de la ciudad de Mercedes, capital del Departamento de Soriano, a vengar la muerte del ex presidente Iriarte Borda perteneciente al partido colorado, alrededor de los años 1897, en el fragor de las luchas entre miembros del partido colorado y blanco. Ese Juan Sábado Arandú, estuvo haciendo guardia toda una noche en frente del café del Globo en Montevideo. Cuando Avelino Arredondo, el autor del magnicidio, salió de ese café, trató de matarlo con un arma blanca gritando a los cuatro vientos: “Así que tú tampoco le tenés miedo al gauchaje de Aparicio Saravia”, aunque no se sabe a ciencia cierta si lo terminó de matar. En tal sentido, Jorge Luis Borges en su cuento “Avelino Arredondo” nos relata que el hecho culminó con el asesinato del presidente Idiarte Borda, al menos el autor pudo soñar que las cosas así ocurrieron. Pero en realidad se olvidó de soñar la venganza, que estamos describiendo en este momento.
Ya en pleno siglo XXI, un chozno de aquel Juan mezcla de criollo e indio quiso construir una línea férrea que uniera la Argentina con el Uruguay para conectarla con el Brasil y el Paraguay pero nunca le aprobaron el proyecto.
Cuentan además, algunos antiguos pobladores del interior uruguayo, oriundos de la ciudad de Rivera, que otro tartaranieto de Juan participó de un nuevo “Grito de Asencio” para declararle la guerra al atraso, la ignorancia y la pobreza. Iban a cruzar el Uruguay a caballo, para luego seguir hasta la Cordillera de los Andes.
Será que el hombre en general siempre está pensando en un “otro lado”, una forma de cruzar hacia el futuro, una manera de lograr o de intentar lograr sus sueños, con la intención de construir un gran país desde el espíritu de Artigas, grande, universal, inclusivo, sereno y bravío al mismo tiempo, de una cultura compartida, de un espacio real de integración regional, federal y descentralizado, como la ilusión de Juan Sábado Arandú.
ALEJANDRO F. DELLA SALA
BUENOS AIRES, Noviembre de 2010.

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